Rita Hayworth (Nueva York, 17 de octubre de 1918 – Nueva York, 14 de mayo de 1987)

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Margarita Carmen Cansino Hayworth (Nueva York, 17 de octubre de 1918 – Nueva York, 14 de mayo de 1987), más conocida por su nombre artístico de Rita Hayworth, fue una de las actrices más emblemáticas de la época dorada del cine estadounidense. Además de ser símbolo sexual indiscutible de la década de 1940, ocupa el puesto 19º en la lista de las grandes estrellas del Séptimo Arte.

Nació en Nueva York, hija de emigrantes: su padre era el bailarín español Eduardo Cansino Reina, natural de Castilleja de la Cuesta1 (Sevilla, en España), pero nacido en el seno de una familia originaria de Paradas (provincia de Sevilla), y su madre era Volga Margaret Hayworth, una bailarina de los Ziegfeld Follies, de origen irlandés e inglés.2 Su padre era pariente del escritor Rafael Cansinos Assens (traductor al castellano de las obras completas de Goethe, Balzac, Tolstói y Dostoievski, entre otros).

Su padre apreció su talento natural, por lo que empezó su carrera como bailarina junto a él con su nombre real, Rita Cansino (tanto Marga como Rita son los diminutivos habituales de Margarita), a la edad de 13 años.

Llegó a Hollywood en 1933 como miembro del Spanish Ballet y pudo empezar a filmar gracias a la ayuda del eximio compositor José Iturbi y a las influencias del diplomático español en Estados Unidos Lázaro Bartolomé y López de Queralta (conocido como Lázaro Bartolomé Queralt).3 Desde 1935 participó como actriz en papeles secundarios, realizando muchas películas de serie B en las que sobre todo destacó por sus dotes para la danza y por su elegante aspecto. De esta etapa destaca la película Charlie Chan en Egipto (1937), de Louis King, película perteneciente a la saga dedicada al célebre detective oriental, en la que trabajó junto a Warner Oland, que encarnaba a Chan.

Fue su primer marido, Edward Judson, con quien se casó a los dieciocho años a pesar de la oposición de sus padres, quien la lanzó al estrellato, convirtiéndola en su mejor inversión personal. Judson le consiguió un contrato con Columbia Pictures, productora que necesitaba de estrellas importantes y a quien la actriz acabaría colocando entre las primeras compañías cinematográficas, reportando a la empresa millonarios ingresos sólo con su presencia. «Rita Hayworth es la Columbia», dijo Frank Sinatra. Para entonces, Harry Cohn, magnate de la productora, se enamoró de ella. La presión y las disputas por este motivo entre la actriz y el productor darían mucho que hablar entre los profesionales de la industria, y él estuvo toda la vida obsesionado con ella, quien no respondió nunca a sus requerimientos amorosos.

Su primer papel importante fue como actriz secundaria en la película: Sólo los ángeles tienen alas (1939), de Howard Hawks, lo que hizo que la crítica cinematográfica se empezara a fijar en ella. Poseía una personalidad tímida y bondadosa, que contrastaba con su fuerza y enorme impacto en la pantalla. En este film compartió cartel con Cary Grant, Jean Arthur y Thomas Mitchell. Luego rodó una comedia junto a Brian Aherne: Una dama en cuestión (1940), de Charles Vidor.

Rita ingresó triunfante tras esos éxitos en la Twenty Century Fox (compañía que años atrás la había rechazado), reclamada por el director Rouben Mamoulian, para interpretar a Doña Sol en la superproducción basada en la novela de Vicente Blasco Ibáñez, Sangre y arena (1941), junto a Tyrone Power y Linda Darnell. Esta película significó su lanzamiento como sex symbol, indiscutible durante toda una década. Su carrera la convirtió en una de las grandes estrellas de su época y en la actriz mejor pagada del momento.

Luego intervino en dos comedias musicales de amplio eco popular, junto a Fred Astaire: Desde aquel beso (1941), de Sidney Lamfield, y Bailando nace el amor (1942), de William A. Seiter. Estos éxitos y su talento la llevaron a protagonizar un musical ya clásico, Las modelos (1944), de Charles Vidor, junto a Gene Kelly y Phil Silvers, filme innovador en su día, al ser de los primeros en trasladar los números de baile de salón a ambientaciones callejeras. En esa época rodó también The Strawberry Blonde (1941), de Raoul Walsh, junto a James Cagney y Olivia de Havilland; Mi mujer favorita (1942), de Irving Cummings una cinta de corte biográfico junto a Victor Mature y Carole Landis; y Esta noche y todas las noches (1945), de Victor Saville, un musical que fluctúa entre la comedia y el drama de tono menor, junto a Lee Bowman y Janet Blair.

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  1946: Rita Hayworth (1918 - 1987) plays the sexy title role in the wartime film noir 'Gilda', directed by Charles Vidor. (Photo by Robert Coburn Sr.)

 

 

 

 

 

 

 

 

No obstante, su fama como mito erótico se consolidó con Gilda (1946), de Charles Vidor, una de las grandes películas del cine negro, en la que Rita protagoniza dos escenas ya míticas: primero, una sugerente interpretación musical de «Put the blame on Mame», con un striptease tan explosivo como breve (solo se quita un guante), y después una bofetada. Estas dos imágenes fueron en la época consideradas demasiado atrevidas en algunos países, que censuraron el filme, que a pesar de ello consiguió récords de taquilla en todo el mundo. La bofetada se convertiría en la más famosa de la historia del cine estadounidense; se la propinó a Rita su pareja en el film, Glenn Ford, y aunque ahora se cuestiona como ejemplo de machismo, hay que aclarar que en una escena previa Rita había golpeado igualmente a Glenn Ford.

La película fue un escándalo, y en países como España fue considerada «gravemente peligrosa» por la Iglesia Católica, debido a la famosa escena musical donde se quita un guante. Esta película la hizo inmensamente famosa, hasta el punto de que se colocó su imagen en la bomba atómica de pruebas arrojada por Estados Unidos sobre las Islas Bikini en ese mismo 1946. Dado el carácter pacifista de la actriz, este hecho la indignó profundamente. También ocasionó una histérica expedición a la Cordillera de los Andes, a fin de enterrar allí una copia de la película, para que se conservase en caso de un desastre nuclear.

Este momento de fama internacional también coincide con una de sus crisis en lo personal: su segundo matrimonio, con el célebre director Orson Welles, entró en crisis, y ella declaró a la prensa una frase que se haría célebre: «Todos los hombres que conozco se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo».

La suerte profesional continuaba en racha y en 1947 rueda junto a su todavía marido, el director Orson Welles, un filme que fue en su día poco valorado, pero que resultó de enorme trascendencia: La dama de Shanghái.

La película no tuvo mucho éxito comercial porque Welles le cortó el pelo, la tiñó de rubio platino, le dio un papel de arpía y la mató al final de la película, cosa que no gustó mucho a su público. Sin embargo, forma parte de la mitología del cine por su narrativa, estilística y ritmo, y Rita Hayworth declaró años después que «sabía que estábamos haciendo un clásico mientras la rodábamos».

Gilda, el papel más importante de su carrera, fue también el que marcó el inicio de su declive como estrella de Hollywood, ya que nunca consiguió el mismo éxito como sex symbol en ninguna de sus películas posteriores. Sin embargo, fue y es la película que la convirtió en una actriz inolvidable: «Nunca hubo una mujer como Gilda», era el eslogan de la película.

Otros títulos destacados de su filmografía son Los amores de Carmen (1948) y La dama de Trinidad (1952), que no lograron reeditar el éxito de Gilda, pese a repetir pareja protagonista con Glenn Ford (para el escritor y cinéfilo Terenci Moix, Rita fue la mejor ‘Carmen’ del cine); Salomé (1953), de William Dieterle, recreando la historia bíblica, junto a Stewart Granger y Charles Laughton; La bella del Pacífico (1953), de Curtis Bernhardt, nueva versión de un clásico de William Somerset Maugham ya adaptado para el cine en la década de 1920; Pal Joey (1957), que fue su último musical y único rotundo triunfo de la actriz ya en su madurez física e interpretativa, que incluye un número que ha pasado a la historia del género; Fuego escondido (1957), de Robert Parrish, junto a Robert Mitchum y Jack Lemmon; y Mesas separadas (1958), de Delbert Mann, junto a Burt Lancaster, Deborah Kerr, Wendy Hiller y David Niven.

Rita nunca fue nominada a los premios Óscar, pero asistió a la 36ª ceremonia de dichos premios para entregar el galardón a la mejor dirección en 1964, antes de que en la siguiente década empezara a tener problemas de memoria.

A finales la década de 1960 y principios de la de 1970 solo trabajó ya ocasionalmente en producciones modestas, de serie B, y en algunas coproducciones europeas, mostrando su declive físico e intelectual, ya que comenzaba a mostrar síntomas de la Enfermedad de Alzheimer prematura, que le impedía memorizar bien los guiones.

De esta última etapa destacan tres títulos: El fabuloso mundo del circo (1964) de Henry Hathaway, junto a John Wayne y Claudia Cardinale; El aventurero (1967), de Terence Young, junto a Anthony Quinn; y La ira de Dios (1972), de Ralph Nelson, que fue su última interpretación en la gran pantalla.

Cuidada y acompañada en sus últimos años por su hija Yasmine, Rita Hayworth cayó en un semicoma en febrero de 1987. Murió unos meses más tarde, el 14 de mayo de 1987, a los 68 años de edad a causa de la enfermedad de Alzheimer en su apartamento de Manhattan. El servicio fúnebre para Hayworth se llevó a cabo el 19 de mayo de 1987 en la iglesia del Buen Pastor, en Beverly Hills. Los portadores del féretro fueron los actores Ricardo Montalbán, Glenn Ford, Don Ameche y el coreógrafo Hermes Pan. Fue enterrada en el cementerio de Santa Cruz, Culver City.

Se casó cinco veces: con Edward Judson, con el famoso director Orson Welles (con quien tuvo a su hija Rebeca), con el príncipe iraní Ali Khan (con quien tuvo a su hija Yasmine Aga Khan), con el cantante y actor Dick Haymes y con el director James Hill.
Para trabajar en el cine tuvo que someterse a dieta para adelgazar un poco, tratamientos electrolíquidos y mediante electrodepilación se le amplió la frente y se acentuó el pico del pelo.
A los cincuenta años empezó a enfermar de alzheimer. Algo que, al no estar diagnosticado por aquel entonces, se confundió con el alcoholismo. Falleció a los 68 años (1987), víctima de esta enfermedad que se le tardó veinte años en diagnosticar. Está enterrada en el Cementerio de Holy Cross (California).
Está considerada una de las estrellas indiscutibles de la historia del cine y de la época dorada de Hollywood. Una mujer de mucha belleza e instinto para la interpretación, con una personalidad y una profundidad que trascendió su trabajo y que, como afirmó el director George Cukor, consiguió que sus fans se interesasen por la persona más que por sus personajes.
Tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Exactamente en el 1645 de Vine Street.

A partir del estreno de su obra icónica, Gilda, Rita Hayworth empezó a captar todas las miradas. La escena donde ella, sensualmente, desnudaba su brazo retirando su guante, la convirtió en símbolo erótico. Dicha escena fue considerada peligrosa por la Iglesia católica. Estimada por unos y criticada por otros, despertó todo tipo de polémicas. Otra de las escenas más recordadas del filme es cuando le propinaba una sonora bofetada su compañero de reparto Glenn Ford, que se quedaría impresa en la retina de todos los espectadores de la época. En la película interpretaba canciones como «Put the blame on Mame» y «Amado mío» y sus contoneos la confirmaban como una sex symbol de la época dorada de Hollywood. De hecho, su nombre fue el elegido para la primera bomba atómica controlada de Estados Unidos. El estilo de femme fatal que irradia Gilda, con aquel vestido –ya todo un clásico- tan ceñido, los guantes, y sus populares pitillos hicieron todo un icono de estilismo del momento y todavía vuelven ahora como moda. La actriz llegó a afirmar: «los hombres se van a la cama con Gilda y se despiertan conmigo». Los productores y directores que reclamaban la estrella, se preocuparon de que este éxito la persiguiera por siempre jamás y cómo es habitual en el proceso de mitificación, desplegaron una espectacular campaña publicitaria de la actriz, pero sobre todo del personaje. Empezó a ser portada de numerosas revistas, productos, anuncios y carteles. Este fenómeno llegó a tal punto que incluso se pidió una expedición a los Andes para enterrar una copia del film y que se conservara en caso de que hubiera un posible desastre nuclear. Después de meses y meses de publicidad, aquel público dividido, ya no lo estaba. Todo el mundo hablaba de ella. Gilda ya no sólo era una película, era un símbolo, algo con que todos los americanos de la época habían aprendido a convivir e idolatrar. Había nacido una marca y un mito, que después de prácticamente setenta años, sigue patente.

Filmografía

La nave de Satan (1935)
Charlie Chan en Egipto (1935)
Contrabando humano (1936)
Juego mortal (1937)
Siempre hay una mujer (1938)
Sólo los ángeles tienen alas (1939)
Una dama en cuestión (1940)
La pelirroja (1941)
Sangre y arena (1941)
Desde aquel beso (1941)
Mi chica favorita (1942)
Bailando nace el amor (1942)
Las modelos (1944)
Esta noche y todas las noches (1945)
Gilda (1946)
La diosa de la danza (1946), de Alexander Hall
La dama de Shanghái (1947)
Los amores de Carmen (1948)
La dama de Trinidad (1952)
Salomé (1953)
La bella del Pacífico (1953)
Fuego escondido (1957)
Pal Joey (1957)
Mesas separadas (1958)
Llegaron a Cordura (1959)
Sangre en primera página (1959)
El último chantaje (1962)
El fabuloso mundo del circo (1964)
Las flores del diablo (1966)
El aventurero (1967)
La ira de Dios (1972)