Edvard Munch. Arquetipos (del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016) Museo Thyssen-Bornemisza

Edvard Munch. Arquetipos

Knudret trestamme i snø, 1923

 

 

 

 

Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016
Comisarios: Paloma Alarcó y Jon-Ove Steihaug

 

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta en sus salas Edvard Munch. Arquetipos, la primera exposición del pintor noruego en Madrid desde 1984. Organizada con la generosa colaboración del Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de ochenta obras del artista, hoy considerado uno de los padres del arte moderno junto a Cézanne, Van Gogh y Gauguin.

Las últimas publicaciones y las más recientes exposiciones han logrado liberar a Munch de muchos de los estereotipos a los que se ha visto sometido, para mostrarle no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno sino, sobre todo, como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística contemporánea. Comisariada por Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch. Arquetipos se propone seguir esa senda, centrando la atención en los aspectos más desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre contemporáneo.

Si bien Munch nunca abandonó la figuración, sí rompió con el mundo visible y exploró la dimensión espiritual oculta de la realidad para, a través de un innovador lenguaje plástico que evolucionó desde el simbolismo al expresionismo, inmortalizar plásticamente los temas más universales sobre la vida, el amor y la muerte.

Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época, Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August   Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

El arte de Munch surge de una peculiar mezcla de tradiciones artísticas, corrientes literarias progresistas y especulaciones esotéricas -sin olvidar los mitos de las tierras del norte-, para crear toda una mitología de los tiempos modernos y con una firme

Valiéndose de arquetipos, imágenes primigenias de comportamientos humanos, Munch logra establecer múltiples relaciones entre los signos externos del mundo físico y la dimensión espiritual más oculta.

Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad o la muerte, y estados de ánimo como melancolía, soledad o sumisión, se muestran en su obra a través de la actitud corporal de los personajes, paralizados en una especie de tensión estática en el momento preciso en que su gesto expresa el sentimiento que deben representar, y determinan también la escenografía y el tratamiento espacial de la composición. Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales del grabado, fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico.

“El arte surge de la compulsión del ser humano de comunicarse”
Con esas imágenes directas, dramáticas e intensas, que atraen y mantienen la atención, el pintor busca interpelar al espectador. Las formas y los medios del lenguaje artístico deben de estar subordinados a su capacidad de comunicar y, de ese anhelo por llegar al mayor número de personas, es de donde surge otro de los aspectos esenciales de su obra: la repetición obsesiva de secuencias temáticas; un perpetuo reciclado de imágenes que reelabora en medios diferentes, llevando al límite las técnicas tradicionales de forma poco ortodoxa, y experimentando con ellas para dar lugar a nuevos significados. La repetición es, de hecho, uno de los elementos fundamentales del concepto de arquetipo.

Una larga y prolífica carrera
La exposición reúne un total de ochenta obras, muchas de ellas nunca antes expuestas en España, que abarcan toda la larga y prolífica carrera del artista noruego. La mitad de los préstamos proceden del Museo Munch de Oslo y el resto pertenecen a otras prestigiosas instituciones de todo el mundo, como la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de
Atardecer, 1888. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid ,Nueva York o la National Gallery de Washington, y a algunas colecciones
internacionales, incluyendo la del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España con obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.

La distribución en salas se articula en torno a ese amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte…) y a los distintos escenarios en los que están representados (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando en todo el recorrido obras tempranas con versiones tardías, obra gráfica y pinturas, para subrayar así la circularidad temática y existencial de su obra.

 

Melancolía:
Contagiado del impresionismo y sobre todo del simbolismo de algunos artistas del cambio de siglo, Munch se aleja pronto de las tendencias naturalistas en las que se había formado y rompe con todas las convenciones artísticas y sociales de su época. Junto a algún paisaje temprano pintado al aire libre, este espacio reúne obras clave para comprender la futura evolución del pintor, como Atardecer (1888), en la que su hermana Laura, que luego sufrirá una enfermedad mental, aparece sola y ensimismada.
Madre e hija, 1897. Nasjonalmuseet for kunst, arkitektur og design, Oslo

A partir de ahí, se produce una reducción formal del paisaje y los rostros de los personajes van perdiendo sus facciones. Atardecer.
Melancolía y sus sucesivas versiones, o Madre e hija y Los solitarios, de diferentes etapas, son ejemplo del nuevo lenguaje artístico, simbólico y poético que acrecienta la intensidad emocional. La factura impresionista aún evidente en el retrato de Laura va siendo sustituida por un lenguaje sintético de pinceladas ondulantes, mientras que los colores disonantes y la acusada bidimensionalidad le alejan ya de las impresiones objetivas del arte anterior y comunican conceptos subjetivos.
Muerte:

“Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna”, dijo Edvard Munch que, a pesar de ello, veía en ellas una alegoría de la creatividad. El pintor consideraba el desmoronamiento físico y mental como un estado en que la imaginación estética podía superar las limitaciones de la razón y dar lugar a la experimentación.
“Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en esta pintura”; La niña enferma y sus múltiples variaciones, tanto en pintura como en grabado, son la personificación del sentimiento existencial de miedo a la muerte, y muestran ese proceso creativo abierto en el que cada versión “añade a su modo algo al sentimiento de la primera
La niña enferma, 1907.
impresión”.
Tate, donación de Thomas Olsen

La composición de Muerte en la habitación de la enferma (1896), con su teatral puesta en escena cargada de drama y dolor, o Agonía en la que, con su técnica abocetada de grandes y expresivas manchas de color, está representada la experiencia física de la muerte, son algunas de las emblemáticas obras reunidas en este espacio.
Pánico:
En paralelo a las innovaciones científicas y tecnológicas de la segunda mitad del siglo XIX, el nuevo ambiente urbano, abarrotado por las masas, transformó el modo en que el hombre moderno percibía su relación con el mundo. La angustia, la ansiedad y la incertidumbre sustituyeron súbitamente a los viejos ideales y convicciones. Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática, como un lugar de estrés y agitación donde el hombre se veía sometido a múltiples experiencias negativas.

La versión litográfica de El grito presente en la exposición contiene todos los elementos de angustia existencial de la obra original, en el que un bello lugar de esparcimiento se transforma en escenario de la desintegración y destrucción de un orden racional, y la siniestra figura con cabeza en forma de clavera y su mueca de terror busca desesperadamente nuestra mirada, mientras se tapa los oídos para no escuchar el grito estridente que le rodea. Otros grabados y xilografías reunidas en la sala, como Ansiedad, Pánico o Pánico en Oslo, representan auténticos dramas visuales cuyos aterrados protagonistas son arrastrados por el pulular anónimo y angustiado de las muchedumbres en las calles de la ciudad.
Mujer:

Munch convirtió a la mujer en el centro de su universo pictórico. En Mujer (1925) están representadas tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina: la femme fragile, la femme fatale y la mujer madura. Una síntesis de su concepción de la mujer en torno a esos dos arquetipos contrapuestos que se repetirán a lo largo de toda su obra: la mujer idealizada (femme fragile) y demonizada (femme fatale).

La primera, la mujer ideal, casta y delicada la encontramos en Pubertad (1914-1916) o en Noche de verano. La voz (1894), unas obras con las que Munch logró establecer como nadie el paradigma del despertar de la sexualidad en la mujer, creando un modelo que imitarían más tarde artistas como Schiele, Kirchner o Picasso; y la otra imagen de la mujer, la seductora,
amenazadora y dominadora, aparece en obras como Mujer pelirroja con ojos verdes. El Mujer pelirroja con ojos verdes. El pecado (1902) . pecado, 1902.
Kunsthaus Zürich

Melodrama:

El teatro de Ibsen y de Strindberg influyó en la composición de algunas pinturas del artista noruego, como queda patente en la serie La habitación verde. Los personajes parecen estar en un pequeño escenario, convertidos en actores que se mueven frente a nosotros con expresiones distorsionadas de ansiedad y dolor o en actitud introspectiva. El espacio es asfixiante, con un interior recargado, decorado con papel pintado y muebles demasiado grandes, incrementando la sensación de claustrofobia.
Celos, en sus diversas versiones pictóricas o litográficas, enfrenta de manera directa las figuras del hombre y la mujer con el espectador, volviendo a mostrar en esta serie la sintonía con su amigo Strindberg, que trató también el tema en sus escritos y en alguna pintura; para ambos, la experiencia del amor estimula sentimientos de celos, angustia, incertidumbre o desesperación.
Amor:

Celos, 1913. Städel Museum, Frankfurt am Main, depósito de una colección privada

En la mayor parte de las representaciones del amor en la obra de Munch hay un cierto deleite en ese lado oscuro del sentimiento. Es el caso de El beso, del que se reúnen varias versiones en esta sala y cuyos personajes entrelazados van perdiendo progresivamente su identidad, desde las composiciones más tempranas en las que aparecen las dos figuras besándose con pasión junto a una ventana, hasta la total simbiosis de los amantes en una forma abstracta de las versiones gráficas.
Las versiones de Mujer vampiro aparece la sensualidad perversa, con esa figura desnuda abrazando a su víctima, un hombre en posición sumisa y envuelto por su larga melena pelirroja al que absorbe toda la energía vital; y el beso se convierte en mordisco y en símbolo de posesión, Mujer vampiro en el bosque, 1916-
1918. Munch-museet, Oslo
física y psicológica.

Nocturnos:
Partiendo del paisaje como reflejo de la tensión emocional, las escenas nocturnas de Munch acentúan más aún su contenido psíquico gracias a todo un repertorio de signos, como sombras, árboles o rocas, que se interponen entre la visión y la percepción sensorial, entre el mundo exterior e interior.
La simplificación de las formas y el intenso juego de contraluces hacen que fijemos especialmente nuestra atención en la superficie pictórica del cuadro. En Bajo las estrellas (1900-1905), los amantes se abrazan en una oscura noche estrellada en la que flotan las sombras; y en Noche de invierno (1900-1901) o en La casa roja en la nieve (1925-1926), los árboles parecen surgir del inconsciente y las sombras producen una sensación de inquietud y desasosiego.

Vitalismo:
Edvard Munch regresa a Noruega en 1909 tras un largo exilio voluntario en Francia y Alemania. Un sentimiento nacionalista y de armonía, y una voluntad de replanteamiento artístico, dieron lugar a una nueva etapa creadora que le llevó a centrarse en motivos plásticos más terrenales y a realizar unas obras más heroicas y vitalistas, con un estilo colorista y monumental y nuevos motivos, como el trabajo de la tierra, las escenas rurales o las estaciones del año.
El manzano (1921), Adán y Eva (1909) o Las niñas en el puente (1933-1935) son buena muestra de esta nueva faceta creadora.

Desnudos:
Convertidos sus personajes en la personificación de pasiones y sentimientos, Munch utiliza el cuerpo humano para formular esas emociones, por lo que muchas de las figuras desnudas que aparecen en sus cuadros poco tienen que ver con el problema pictórico de la representación del desnudo.

Por otro lado, en las décadas finales de su carrera se interesó también por el tema clásico del artista y la modelo, que pinta en su estudio de Ekerly, donde se instala en 1916 tras su deambular por ciudades diversas y que convierte en esos últimos años en espacio de experimentación y reflexión sobre las aspiraciones de su arte. Es una etapa de madurez artística y personal en la que Munch pinta con más libertad y energía que nunca.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Edvard Munch. Arquetipos

Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza, con la generosa colaboración del Museo Munch de Oslo

Fechas: Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016

Comisarios: Paloma Alarcó, jefe de conservación de pintura moderna del Museo, y Jon-

Ove Steihaug, director de colecciones y exposiciones del Munch Museet

Coordinadora: Clara Marcellán, ayudante de conservación del Área de Pintura

Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza

Número de obras: 80 (54 pinturas y 26 grabados)

Publicaciones: Catálogo con textos de Paloma Alarcó, Patricia G. Berman y Jon-Ove
Steihaug (edición en español e inglés); Cuaderno de viaje: Noruega y Edvard Munch
(Autoras Paloma Alarcó y Clara Marcellán. Edición en español); Guía didáctica; y Publicación digital en la app gratuita Quiosco Thyssen para tabletas y smartphones, en español e inglés.

ACTIVIDADES PARALELAS: Ciclo de cine, Teatro y Jornadas de Arte

INFORMACIÓN PRÁCTICA:

Dirección: Paseo del Prado 8. 28014, Madrid.
Horario: de lunes a domingo, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.
Último pase una hora antes del cierre.

Tarifas:
Exposición temporal:
– Entrada general: 11 €
– Entrada reducida: 7 € para mayores de 65 años, pensionistas, estudiantes previa acreditación y familias numerosas.
Exposición temporal + Colección Permanente:
– Entrada general: 17 € – Entrada reducida: 9 €
Entrada combinada exposiciones
Edvard Munch + Vogue like a painting
– Entrada general: 13€
– Entrada reducida: 8€
Edvard Munch. Arquetipos + La ilusión del Lejano Oeste
– Entrada general: 14€
– Entrada reducida: 9€
Entrada gratuita: Menores de 12 años y ciudadanos en situación legal de desempleo.

Venta anticipada de entradas en taquillas, en la web del Museo y en el 902 760 511. Audio-guía, disponible en varios idiomas.
Más información: www.museothyssen.org